Hard Rock Park: El paraíso del rock que vivió solo cinco meses
- Luis Guevara
- Jun 12
- 4 min read
Hard Rock Park: El paraíso del rock que vivió solo cinco meses
Si te dieran a elegir cualquier parque de diversiones para visitar, probablemente pensarías en Disney. Castillos, princesas, música orquestal... lo de siempre. Pero si creciste escuchando solos de guitarra innecesariamente largos, vistiéndote de negro, coleccionando discos y jugando hasta el amanecer con el Guitar Hero, tu parque ideal no tenía un castillo de hadas. Tenía una Les Paul de 21 metros de altura.
Ese lugar existió. Se llamaba Hard Rock Park. Y está abandonado.
Esta es la historia del Disneylandia que alguna vez fue creado para los amantes del rock, la distorsión y —¿por qué no decirlo?— los viajes psicodélicos. Un parque temático que nació con riffs de guitarra y murió con el silencio del fracaso financiero.

El sueño del Mount Rockmore
Todo comenzó con un hombre llamado Jon Binkowski, quien en el año 2000 compró una pista de patinaje en Myrtle Beach, Carolina del Sur. Lo que comenzó como shows sobre hielo, terminó convirtiéndose en una idea monumental: un parque temático. Pero no cualquier parque… uno dedicado completamente al rock.
Durante años buscó licenciar alguna gran marca para darle vida. Disney no quiso. Universal tampoco. Pero su amigo Steven Goodwin tenía conexiones con Hard Rock, y en 2002 se logró lo impensable: Hard Rock otorgó su licencia para construir un parque temático completo.
Cuatro años, 320 millones de dólares y muchísimas guitarras después, comenzó la construcción. Las primeras paladas se dieron con palas en forma de Flying V frente a una escultura de arena llamada Mount Rockmore, con los rostros de Elvis Presley, John Lennon, Bob Marley (que no es rock) y Jimi Hendrix tallados como si fueran dioses.
No era un parque.
Era un altar.
El parque más rockero del planeta
Hard Rock Park abrió sus puertas el 15 de abril del 2008. Desde que cruzabas el túnel de entrada sabías que no estabas en Kansas: una estructura te recibía con la frase “Here we are now, entertain us” de Nirvana. En el techo, una reinterpretación del fresco de Miguel Ángel, pero con guitarras eléctricas. Obviamente fue acusado de blasfemia.
El parque estaba dividido en cinco zonas temáticas, todas acompañadas por un soundtrack curado con más de 400 canciones adaptadas para fluir entre área y área como un buen álbum conceptual.
1. Cool Country
Una zona inspirada en los campos del sur estadounidense. Su joya era una montaña rusa de madera llamada Eagles: Life in the Fast Lane, donde un espantapájaros en llamas te recibía al compás de guitarras sureñas. También había un teatro de hielo (sí, el original con el que todo esto empezó) con shows de rock.
2. Born in the USA
La zona “familiar”. Columpios, atracciones para niños, patriotismo por todos lados. Pero su montaña rusa principal se llamaba Slippery When Wet. Tú y yo sabemos que eso no suena precisamente… infantil. Pero bueno.
3. British Invasion
Inspirado en los Beatles, The Who, Zeppelin y compañía. Desde taxis negros londinenses hasta un Magic Mushroom Garden. Y claro, la joya psicodélica: Nights in White Satin: The Trip. Una atracción 3D con luz negra, aromas, humo, figuras flotantes y visuales dignas de un mal viaje (o uno muy bueno, depende con qué ojos lo veas).
4. Rock ‘n’ Roll Heaven
La cima del parque. Su atracción principal era Led Zeppelin: The Ride, una montaña rusa de más de 45 metros que arrancaba desde un hangar con forma de zepelín. Mientras te lanzabas a 95 km/h, sonaba Whole Lotta Love.
El día cerraba con un espectáculo de agua al ritmo de Bohemian Rhapsody frente a una guitarra Les Paul gigante iluminada. Sin palabras.

¿Qué salió mal?
Todo sonaba perfecto. Pero el parque cerró sus puertas cinco meses y nueve días después de abrir.24 de septiembre del 2008.
¿La razón? Una combinación fatal:
La crisis económica mundial del 2008.
Una ubicación poco turística (¿quién va a Carolina del Sur de vacaciones?).
Y una inversión tan ambiciosa como arriesgada.
Intentaron revivirlo al año siguiente con otro nombre: Freestyle Music Park.
Pero fue como cambiarle el nombre a una banda sin alma. Perdió toda identidad, y con ella, el poco interés que quedaba. Menos de un año después, cerró para siempre.
¿Qué queda hoy?
Ruinas. Naturaleza comiéndose lentamente lo que fue un santuario del rock. La mayoría de las atracciones fueron vendidas. Led Zeppelin: The Ride terminó en Vietnam, renombrada como Dragon’s Run, sin la música, sin el alma.
El parque sigue en pie… pero abandonado. Las estructuras se oxidan, la hierba crece, y lo único que queda es el eco de lo que alguna vez pudo haber sido el paraíso para millones de amantes del rock.

Un parque como el rock: brillante, rebelde y fugaz
Hard Rock Park fue un sueño hecho música. Una idea enorme, sincera, construida con amor al arte más rebelde de todos: el rock.
Y como muchas leyendas del rock, vivió rápido y murió joven.
No fue un fracaso creativo. Fue una víctima del contexto.
Una joya que llegó tarde y se fue pronto. Pero eso no le quita el mérito.
Porque si creciste sintiendo que el rock era más que música —que era una forma de vida, una identidad, una tribu— entonces Hard Rock Park fue, por cinco meses, nuestro hogar soñado.
Puede que hoy esté en ruinas. Pero en la mente de quienes lo conocieron, en la nostalgia de los que lo soñamos, Hard Rock Park sigue sonando.
Y en el fondo, eso es lo que hace el rock, ¿no? Sobrevivir. Resistir. Resonando, aunque nadie esté ya tocando.
¿Te gustó esta columna? Compártela con ese amigo que todavía se pone camisetas de bandas y sigue tocando Sweet Child O’ Mine en cada guitarra que se le cruza. Nos vemos en la siguiente.
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