¿Suenan mejor los discos de vinilo? y ¿Por qué demonios la gente sigue comprando vinilos en 2025?
- Luis Guevara
- May 27
- 3 min read
¿Suenan mejor los discos de vinilo? ¿Por qué demonios la gente sigue comprando vinilos en 2025?
Los discos de vinilo. Ese formato que muchos consideran un fetiche para hipsters con presupuesto o un trofeo de guerra para audiófilos con complejo de enciclopedia. Personas que, por alguna extraña razón, prefieren gastar miles de pesos en un disco que podrían escuchar gratis —y sin moverse del sillón— en YouTube o Spotify.
¿Es mejor calidad de audio? ¿Una simple pose? ¿Una necesidad espiritual de demostrar que sí, sí entiendes la música mejor que el resto?
Bueno… la respuesta, como casi todo lo importante, no es simple.
Pero para llegar ahí, primero hay que rendirle respeto al formato que literalmente cambió el curso de la música para siempre.

La revolución que giraba a 33 revoluciones por minuto
Antes de los discos de vinilo, si querías escuchar a tu artista favorito tenías dos opciones:
Aprender a tocar su música con partituras (si las encontrabas).
Verlo en vivo (si vivías cerca y si no se moría antes).
Era otra era. Otra lógica. La música era efímera y, en muchos casos, inalcanzable. Pero entonces llegó un hombre con el ego más grande que su bigote: Thomas Alva Edison. El tipo no solo nos dio el foco, también inventó el fonógrafo. En 1877, decidió grabar su voz rascando un cilindro con una aguja. Literalmente. Y boom: nació la grabación.
El vinilo es, en esencia, una evolución elegante de ese invento. En vez de un cilindro, usamos un disco. En vez de girarlo con la mano, usamos motores. Pero la lógica es la misma: una aguja lee los surcos de una onda grabada físicamente y la traduce en sonido.
Es música esculpida. Tallada. Hecha objeto.
¿Pero suena mejor?
Aquí es donde la cosa se pone más nerd. Y más interesante.
El sonido digital —el que escuchas en Spotify, Apple Music o en tu playlist de LoFi for Sad Productivity— no es una onda continua. Es una representación. Una simulación. Se graban 44,100 muestras por segundo y esas muestras se convierten en números. Unos y ceros. Eso es lo que tu compu está procesando: una versión pixelada del sonido real.
Los discos de vinilo, en cambio, graba la onda completa, en su forma natural. No hay pixeles. No hay reducción. Solo una aguja vibrando como vibra tu tímpano.
¿Entonces el vinilo suena mejor?
Técnicamente sí. ¿Humanamente? Meh.
Porque aunque el digital pierde detalles, la mayoría de esa información está fuera del rango auditivo humano. O sea, sí, hay pérdida… pero nadie puede oírla. A menos que seas un murciélago con maestría en audio.

Pero… el vinilo sí suena diferente
Y no por su perfección, sino por sus limitaciones.
En un vinilo:
Las frecuencias graves muy intensas ocupan mucho espacio físico.
Las agudas extremas tienden a distorsionarse.
No puedes hacer una mezcla supercomprimida o “loud as hell” sin que la aguja se vuelva loca.
Esto significa que para imprimir música en vinilo tienes que mezclarla diferente. Con más espacio. Más dinámica. Más aire.Por eso se siente distinto. Porque lo es.
Y eso, curiosamente, lo ha hecho inmune a la “Guerra del Ruido” (sí, así se le llama): esa tendencia moderna a empujar todas las canciones a sonar más fuertes, más comprimidas, más explosivas, aunque terminen siendo un batidillo de ruido sin alma.
La experiencia importa más que los decibeles
Entonces, si técnicamente ambos pueden sonar igual…¿Por qué el vinilo sigue ganando corazones y billeteras?
Porque lo que ofrece no es solo sonido. Es experiencia.Y eso no lo puede comprimir ni el streaming ni el algoritmo.
Comprar un vinilo es un acto ritual.
Lo eliges.
Lo cargas a casa.
Lo sacas con cuidado.
Lo pones en la tornamesa.
Lo escuchas completo, sin saltar. Porque lo compraste.
Cada disco es un objeto, un artefacto. Tiene peso, portada, textura. Es una pieza de diseño que se convierte en extensión de tu identidad.Y eso no lo tiene ningún MP3.
Además, en un mundo donde todo es inmediato y desechable, el vinilo resiste. Obliga a la atención. Premia la paciencia. Es como cocinar tu cena en lugar de pedir un Rappi.
El veredicto
No, el vinilo no es “mejor” que el streaming. Y no, no todos los que lo coleccionan son unos pretenciosos insoportables (aunque algunos sí, claro que sí).
Pero lo que sí es cierto, es que hay algo especial en escucharlo girar, en ese crack sutil antes de la primera nota, en sentir que tu música también puede existir fuera de una pantalla.
No se trata de nostalgia hueca ni de esnobismo musical. Se trata de volver a escuchar con el cuerpo y no solo con los audífonos.
Y por eso —con todo y lo pretencioso que suene—yo también me uní al club. Y no me arrepiento.
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